Buenos días, mis queridos feldgrineses. Volvemos a la carga con más personajes de nuestro apasionante relato. Hasta ahora los protagonistas, cada cual con sus propios problemas a cuestas, trataban de contribuir, cada uno a su manera, con el objetivo de poner en salvo a los fugitivos de Feldgrin. Pero el personaje de hoy significa un cambio radical de rol, porque os voy a hablar del malo, malísimo, odioso, aborrecible príncipe (más tarde rey)
Ícor Danerlin.
Todo villano de una historia tiene un origen, un motivo, un trauma de infancia o algo que le marcó tan profundamente que le hace en su relato ser como es. El motivo de Icor es quizás mucho más fácil de comprender. Icor era el mayor de los dos hijos del anterior rey de Feldgrin, Ferandir. Y Ferandir, la verdad, no podía ocultar su predilección por su hijo menor, Fendrian. Aunque esto era perfectamente comprensible, ya que Fendrian era en todo mejor que el angelito de Ícor: más educado, más agradable, más paciente, mejor hijo, más querido por todos. A causa de ello, Ícor envidiaba profundamente a su hermano precisamente porque era idolatrado por todos los súbditos del reino, mientras que a él... lo justito que marcara el protocolo (al fin y al cabo era el príncipe heredero), pero no le aclamaban ni le soltaban jamás un "Viva Ícor", ni por casualidad.
Todo esto producía en Ícor un incontrolable y envidioso rencor hacia su hermano Fendrian. Por añadidura, tampoco podía soportar que la bella princesa Aliana hubiera preferido a Fendrian, en lugar de elegirle a él, que era el heredero del reino. Y por si no había suficientes guindillas en el puchero, Icor pronto descubre que entre los fugitivos de Feldgrin alguien porta un objeto de gran poder cuya posesión él desea a toda costa.
Pues sí, amigos. Por todos estos motivos, Ícor se convirtió en un ser detestable que, desde los primeros capítulos de la novela, se lanza en persecución de los fugitivos de Feldgrin, por si estos no tenían ya suficientes problemas con los orcos, las inclemencias del tiempo, y las penalidades del largo camino que se habían visto obligados a emprender. Os aseguro que odiaréis a Ícor con todo vuestro corazón hasta el emocionante desenlace de nuestra historia, que os recuerdo que no estará en el primer tomo, no, sino en el tercer y último tomo de la trilogía Los Elfos de Feldgrin. Así que tenéis por delante más de ochocientas páginas de odio asegurado hacia este siniestro personaje.
Como curiosidad, (dato para futuros frikis, fans y entusiastas de la obra), os confesaré que siempre tuve en mi mente, cuando escribía las maldades de este protagonista, a un personajillo, también detestable, de los tebeos de mi infancia. Se trataba de
Iznogud, el infame gran visir que se pasaba todas sus historietas clamando: "¡Quiero ser califa en lugar del califa!". Si no lo habéis leído, os lo recomiendo. Eran unos cómics de intrigas palaciegas con ingeniosos diálogos y sumamente divertidos. Aunque en nuestra novela, me temo que los actos del villano no serán tan divertidos. Todo lo contrario.
Y para cerrar el post de hoy, no quiero olvidarme de la interpretación artística que mi hija, Cris, hizo de este personaje en la portada que ella me preparó como regalo en las pasadas navidades. Es un dibujo que me encanta, porque tiene el encanto de su estilo "naif", pero que también capta a la perfección la maldad y la perversidad de este villano.
¡Huy, que se me termina el post y no he planteado los dilemas finales que hago siempre con cada personaje! Bien, muy rápidamente: ¿Conseguirá Ícor atrapar a los escurridizos fugitivos de Feldgrin? ¿Logrará echar el guante a ese objeto de gran poder cuya posesión anhela más que a nada en el mundo? ¿Conseguirá que Aliana llegue a enamorarse de él? Está bien, os voy a revelar el spoiler... ... ... ... ¡Naaaah! Mejor os leéis la novela, que la disfrutaréis del principio al final. Si os destripo el final, ya no hay emoción ¿verdad?
¡Hasta pronto, mis queridos feldgrineses! Pronto volveré con más personajes de nuestra apasionante odisea: Los Elfos de Feldgrin.